Lograr un campo de juego seguro para los jugadores se reduce al correcto mantenimiento básico del césped en lo que respecta a sus 5 labores principales: corte, fertilización, riego, descompactación y manejo de plagas. Es decir, la mismas prácticas culturales que permiten lograr un césped saludable con una superficie consistente y uniforme son las que reducirán a un mínimo las probabilidades de una lesión en una acción sin contacto entre jugadores.
En el ambiente de profesionales de césped deportivo, liderada por la Sports Turf Managers Association y su división SAFE (The Foundation for Safer Athletic Fields) se considera sin dudas a la seguridad del jugador como la prioridad número uno. Esto ha conducido en los últimos años a realizar estudios científicos para correlacionar datos de campo con la ocurrencia de lesiones. De tal manera se han desarrollado técnicas y criterios para medir las variables de dureza, estabilidad y tracción que permiten tener modelos predictivos sobre la seguridad para el jugador que un campo de juego profesional posee.
El campo de juego debe tener elasticidad para absorber impactos, tracción y una superficie uniforme. Debe estar libre de matas, desniveles y pozos, zonas húmedas o secas y áreas ralas. En sectores donde el tráfico es mayor, como el centro y las áreas, la cobertura de césped se reduce, el suelo se compacta y su capacidad de absorción de impacto se reduce. En la ecuación general, la pérdida de cobertura tiene una mayor influencia en la seguridad que la compactación del suelo, aunque ambos efectos se producen conjuntamente.
1. Dureza
Es la capacidad de la superficie de absorber la energía de impacto creada por el jugador. Afecta tanto a la performance como a la seguridad del jugador. No debe ser extrema en ningún sentido, ni blanda ni dura. Un campo blando generará fatiga anticipada mientras que un campo duro será peligroso e impredecible en situaciones de impacto y rebote.
2. Tracción
Es el efecto que la superficie del suelo tiene en la interacción con el botín (agarre o “footing”). La superficie debe tener un nivel de tracción que beneficie al jugador sin causar un stress excesivo en articulaciones y ligamentos. Debido al peligro de lesiones en tobillos y rodillas cuando se usan botines con tapones, este parámetro es el de mayor importancia para atletas, fabricantes de botines y encargados del mantenimiento del campo. Los investigadores han desarrollado varios métodos para medir la tracción.
La Universidad de Pennsylvania (Penn State, especialista en césped) desarrolló el “Pennfoot” que mide la tracción en diferentes céspedes con diferentes especies, alturas de corte, densidades, contenido de humedad y botines. Los resultados son los siguientes:
Altura de Corte:
Los jugadores habitualmente expresan que logran mayor tracción en césped cortado bajo. Está probado que la tracción está más relacionada a la densidad que a la altura de corte y que disminuye con cortes muy bajos o muy altos. “Un césped cortado excesivamente bajo debilita la cobertura de plantas y disminuye dramáticamente la densidad y, por ende, la tracción” asevera Andrew McNitt, de Departmento de Agronomy de Pennsylvania State University. Este especialista agrega que bajar la altura de corte significativamente no tiene un correlato inmediato en la densidad durante un lapso en el cual la tracción se verá afectada. Recomienda entonces mantener una altura de corte similar y estable a lo largo del año.
Cuando el corte es demasiado bajo, la cobertura de césped no posee la densidad necesaria para generar la tracción y la amortiguación ideales para brindar la máxima seguridad y performance al jugador. Según los estudios y las experiencias mundiales, una altura de corte muy baja es un factor propicio para padecer un índice mayor de lesiones durante una acción sin contacto con otro jugador lo cual nos obliga a extremar los recaudos y señalar esta circunstancia como una causa probable y, cuando menos, posible.
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